Tras el fallecimiento de un ser amado el duelo aparece como una respuesta natural del ser humano. Una experiencia universal que todos hemos vivido o estamos predestinados a vivir, el precio que pagamos por estar involucrados a nuestros seres queridos.
La mayoría de las personas que sufren la experiencia de pérdida de un ser querido no necesitan ayuda psicológica especializada para recuperarse pero hay un porcentaje de personas afectadas para las que la experiencia es más compleja .
Es lo que llamamos «El duelo complicado». Una patología de duelo que padece un pequeño porcentaje de personas a las que les cuesta recuperarse después de la pérdida de un ser querido, y que son incapaces de rehacer sus vidas especialmente en lo que atañe a sus relaciones.
La muerte y la separación de una persona a la que amamos despierta muchas reacciones emocionales y físicas que están ligadas a diferentes tareas que hay que atender.
Por un lado, está la parte traumática, asociada a cómo fue la muerte: el sufrimiento de la enfermedad, mi impotencia por salvarlo y cómo me dieron la noticia.
Hay otra parte que tiene que ver con la pérdida de la relación, es decir, el echarlo a faltar, no haberme podido despedir de él, tener algo pendiente que no le dije, o tal vez puedo emocionarme por el futuro que ya no podremos compartir, porque parte de mi identidad la construí a través de esa persona.
Por lo tanto, vivir el duelo no es sólo llorar por el difunto por lo que ha perdido el o ella, sino también por la parte de mi que se ha ido y que tendré que volver a construir.
También ante la situación de separación, se ponen en marcha todas nuestras formas aprendidas sobre cómo manejar el sufrimiento, y como responde el entorno a esta necesidad de apoyo, y esta tarea también hay que explorarla.
El psicoterapeuta debe de acompañar y ayudar a la persona a vivir ese sufrimiento, utilizarlo como camino y darle sentido. No se puede evitar el dolor.
Podemos aprender de la muerte de una persona cercana a través del proceso de explorar el dolor, de penetrarlo, compartirlo, ponerle nombre, integrarlo y darle sentido, porque emerge siempre un sentido de esperanza, de crecimiento y de transformación de la identidad.
Muchas personas expresan que a través del duelo se han vuelto más tolerantes, tiernas, amorosas o que han tomado decisiones en su vida que les llevan a la autenticidad.
El duelo es un aprendizaje más. Nos llama a ser quien somos de verdad, liberarnos de las defensas que hemos construido a lo largo de nuestra vida para protegernos del dolor, pero que nos aíslan de la gente de nuestro entorno, y de nosotros mismos.
Entre los autores destacados en relación al proceso del duelo encontramos a Alba Payás responsable de la unidad de duelo de Girona y directora del instituto de psicoterapia integrativa relacional en pérdidas, duelo y traumas. Publicó un interesante manual que recomiendo: «Las tareas del duelo» .
Por otro lado E.Kubler-Ross sentó las bases de los modernos cuidados paliativos, cuyo objetivo es que el enfermo afronte la muerte con serenidad y hasta con alegría. Existen varios libros de esta autora que son interesantes como «La muerte, un amanecer».
También existe una red social de ayuda al duelo y a la enfermedad donde podrán encontrar ayuda específica y recursos .https://www.duelia.org/