Las estadísticas muestran que cerca de la mitad de las parejas que se casan se separan después de un año. En el mismo sentido, estudios recientes sobre el bienestar y la felicidad muestran unas puntuaciones muy bajas después de un año de matrimonio.En general, las personas casadas no puntúan más alto que las no a casadas en estas escalas, que podríamos llamar el “felizómetro”.
Es posible dar numerosas explicaciones de estos datos; pero a mí me gustaría resaltar una en particular y es la siguiente:
Numerosas personas buscan en la pareja alguien que les complete y les ayude a salir de la sensación de aislamiento y separación del mundo y de los demás, de la soledad no deseada.
Entonces, proyectan en la pareja tanto sus sueños de sí mismos como del otro y esta situación, esta película hecha de sueños, dura lo que dura; por lo general, no mucho.
Por una razón muy simple, porque la situación no es real. Es un sueño y cuando uno despierta, se siente igual que si despertara de un sueño en realidad, “¿cómo fue que no me di cuenta de cómo era?”, “¿cómo fue que llegué a creer que…? Pero lo cierto es que (él o ella), en realidad era como estaba siendo en cada momento, pero como uno/a estaba en otra creencia, no lo veía y ahora que lo ve, no le gusta. Las consultas de los psicoterapeutas están repletas de este tipo de desengaños.
Las rupturas amorosas, aunque no supongan la pérdida física de la persona amada, desde el punto de vista de la vivencia, presentan los mismos rasgos que un duelo por la muerte de un ser querido. Y, con frecuencia, este tipo de duelo es incluso más complicado, porque la situación es más ambigua.
La evolución, que es muy sabia, no conserva trivialidades, sino sólo aquello que funciona y el amor funciona, porque favorece la cohesión del grupo, que es el aspecto clave no sólo para la supervivencia humana, sino también para la expansión creativa del Potencial de nuestros cerebros.
Según las ideas de la Biología del Amor y la Psicología del Apego, les propongo la siguiente fórmula para definir el amor:
Amor = «Acciones por las cuales el otro emerge como un otro legítimo en convivencia conmigo».
Características de esta definición:
-Sucede siempre en el presente.
-Énfasis en las acciones.
-Reconocimiento de la “otredad” del otro.
-El contexto compartido como ámbito de legitimación.
Cuando se ve al otro como legítimo, entre él y yo emerge un espacio dentro del cual podemos convivir, es decir, coordinarnos en nuestras acciones sin juzgarnos. Este espacio también se puede llamar espacio intersubjetivo o sencillamente el espacio de la convivencia.
La mayor parte de los conflictos entre personas tienen que ver con querer que el otro sea como uno quiere que sea. Aceptar la legitimidad del otro requiere un tipo distinto de interacción que no está basado en el juicio crítico ni en el deseo de controlar al otro.
Entre el uno y el otro existe un espacio vacío, el espacio de la convivencia que se va llenando con lo que va surgiendo en el presente. A partir de la presencia recíproca, COMO UN REGALO QUE LA VIDA NOS HACE.
Maria Teresa Miró (Psicóloga)