El filósofo en su alegoría de la caverna describe a unos hombres que desde niños fueron encadenados para vivir en el fondo de una cueva, dando sus espaldas a la entrada de la cueva.
Atados de cara a la pared, su visión está limitada y por lo tanto lo único que ven es la pared de la caverna sobre la que se reflejan modelos o estatuas de animales y objetos que pasan delante de una gran hoguera.
Con la ayuda de un hombre superior uno de los hombres huye, el camino a la salida es difícil pero finalmente sale a la luz del día, la luz lo deslumbraba, le producía ceguera momentánea y dolor, esperó a que fuera de noche para irse acostumbrando a la tenue luz que reflejaba la luna, luego la luz del día al amanecer y, finalmente pudo adaptarse a la luz del sol.
Entonces se dio cuenta, de que había vivido engañado toda su vida, con las imágenes reflejadas en el fondo de la cueva.
Regresa a la caverna diciendo que las únicas cosas que han visto hasta ese momento son sombras y apariencias y que el mundo real les espera en el exterior, le toman por loco y se resignan a creer en otra realidad. Ellos solamente creen en la realidad de las sombras que se reflejan en el fondo de la caverna.
Platón explica «el mundo de las ideas» y cómo se puede llegar a él, para comprobar que todo lo que veían solo era un reflejo de la verdadera realidad.
La escapada al exterior de la caverna simboliza la transición hacia el mundo real, y el conocimiento que viene acompañado por un camino difícil, conseguir llegar a este mundo real ( la verdad) es duro pero liberador.
Este alegoría puede ayudarnos a describir lo que representa iniciar un proceso psicoterapéutico de carácter profundo. Cuando las personas entran en contacto con una parte nueva de su realidad deben elegir entre aceptarla o negarla.
Acudir a un terapeuta, buscar un acompañante para iniciar el camino del entendimiento, requiere compromiso con uno mismo.
Decidir salir de la caverna y aceptar que algo en nosotros a cambiado, a menudo no es fácil.
Si decidimos aceptar el cambio podremos averiguar cómo hemos llegado hasta allí y cuál es el camino valioso que deseamos seguir de ahora en adelante. Apostando por ello, nos acercaremos al autoconocimiento.
Es necesaria una buena dosis de osadía y valentía para dar ese paso. Cuando la realidad aprieta, muchas veces no hay más elección.
En cambio si lo negamos, si decidimos seguir siendo prisioneros y nos intentamos autoconvencer que pese a nuestro descubrimiento las sombras son la realidad, si hacemos caso a nuestros miedos entonces, probablemente viviremos acorde con los valores de los otros, cumpliendo con las demandas de los demás y negándonos el derecho a ser felices.
Ser prisioneros puede parecer cómodo pero tiene un costo. Resignarse a menudo nos genera luchas internas que se transforman en síntomas y distorsiones de la realidad.
Todos los seres humanos somos sabios y por tanto capaces de encontrar el camino hacia la felicidad, para estar satisfechos con nuestra vida. Pero ese camino no se puede trazar sin tomar decisiones.