El Apego (o vínculo afectivo) es una relación especial que el niño establece con un número reducido de personas. Es, sin duda, un mecanismo innato por el que el niño busca seguridad.
Pero cuando sobreviene una pérdida, despedirse y desapegarse son proceso necesarios para asumir y reconstruir. Asumir la perdida y reorganizar nuestro pequeño universo sin esa pieza que falta.
El desapego puede convertirse en nuestro aliado porque nos proporciona la distancia adecuada para poder ver las cosas desde otra perspectiva. Y ese, probablemente, sea el primer paso hacia la aceptación.
El tiempo ayudará también en el proceso de desapegarse. De forma natural la intensidad y la profundidad de los sentimientos tornarán opacos cuando antes eran intensos.
El desapego emocional puede ser una práctica positiva, si lo entendemos como la capacidad para dejar espacio a cada persona, darles la opción de ser ellos mismos sin necesidad de rescatarles o inmiscuirnos en sus problemas .
Le damos a esa persona que tanto amamos la libertad de ser responsable y de madurar. Aceptándole tal y como es en realidad y atendiendo nuestras propias necesidades.
Una persona que aprende a vivir con lo que tiene, pero no siente temor de perderlo se puede considerar verdaderamente libre. Por eso la mejor manera de ejercitar el desapego es : “Compartir lo que uno tiene, sin miedo de que no vuelva».
El desapego también implica aceptar la realidad, los hechos. Requiere fé en nosotros mismos, en otras personas y en el orden natural.
De esta forma el desapego no es entendido como abandono sino amor incondicional, es dejar que la vida siga su curso.